Y sucedió de pronto que las palabras comenzaron a desaparecer; de los diccionarios, de las enciclopedias, de los carteles, los anuncios y manuales, del resto de los libros y de todo lugar, lentas y calladas, poco a poquito como la fuga de agua que se escapa gota a gota. Del mismo modo, y por supuesto, también comenzaron a desaparecer de las mentes de los hombres. Día a día los hombres hablaban menos, las palabras se les agotaban, se les negaban. Cuando las palabras ya no existieron más para ellos, cuando ya solo recordaban sus propios nombres se dieron cuenta de que todo era más fluido, ya no tenían palabras, pero sabían decir muchas más cosas que antes, se entendían. Cuando por fin las hubieron olvidado todas, cuando sus nombres se esfumaron como la última palabra conocia, se dieron cuenta de algo magnífico, maravilloso, y por supuesto natural, ya lo sabían decir todo.
A. Santiago
EnTendedero 2011
